domingo, 22 de abril de 2012

El amor te salvará

Hablar está sobreestimado.Decir está más sobreestimado aún. Opinar ya ni te cuento. Así que cuando acabes de leer esto, olvídalo sin más. No tiene mucho valor. Vale lo que estés pensando tú ahora. Bueno no. Vale lo que cuentes dentro de cien años a tus cien nietos: eso sí valdrá la pena escucharlo. Lo demás es pandereta.

Pero creo que es importante saber. Saber que el amor salva a las personas. Y no en plan anderseniano, tipo beso de Bella a Bestia o del príncipe a la bella durmiente… no hablo de magia ni de leyendas que no se creen ni los hermanos Grimm.

Hablo de que el amor, de verdad puede salvar a una persona de un fatum terrible. Lo he visto y tenía que escribirlo. Lástima no tener un post-it a mano. He tenido que escribirlo aquí. Suerte de anonimato.

Tengo varios sobrinos pequeños. Cuando les vamos a ver y nos tenemos que ir al cabo de una semana, mientras hacemos el equipaje, guardamos como siempre los zapatos en bolsas que metemos en la maleta. Andaba yo haciendo esto cuando, de pronto, veo que uno de los pequeños de dos años se ha quitado las zapatillas de casa y las ha metido en una bolsa que intenta encajar en la maleta. … sigh… (suspiro) ¿Quién se ofrece voluntario para explicarle que no, que él se queda allí y nosotros nos vamos?

Zapatillas de casa, ¡por Dios! Ni siquiera tiene el poder de ir a su armario, alcanzar el pomo de la puerta, tirar de él, abrir el pesado cajón enorme y sacar los zapatos ‘arreglados’. Pero no le importa en absoluto. Él quiere seguir con nosotros y entiende que hay que irse. Como sea.


Tengo otro sobrino de un año que no dice ni una sola palabra. Pero ni una. Llega a ser enigmático el recelo que tiene por su voz. Únicamente emite unos 'jum' muy de roedor de vez en cuando. Pues bien, cuando dormimos mis hermanos y yo en casa de su madre, mi hermana, generalmente acabamos ocupando con colchones enormes el salón. Ya podemos estar hasta las mil de la mañana hablando todos en agradable tertulia, que al día siguiente, a las nueve como un puñet***, quiero decir, como un reloj sin más, los pequeños van a despertarse.

Pues bien. Este pequeñín de un año entra en el salón. Ni se le oye –porque al mayor bien que se le oye cabalgar por el parqué de casa–. Yo duermo como un lirón, feliz en ese colchón de camping. De pronto, un peso más bien pequeñérrimo sube por los pies del mismo. Y se acerca a gatas. Oigo también un chupeteo muy característico. Se acerca hasta mí y, tras quedárseme mirando durante dos segundos que en una película de Lars Von Trier durarían diez minutos, apoya su cabecita en mi hombro y chupetea más sonoramente que nunca. Hace uno de sus ruidos de ardilla. Abro los ojos. Se separa rápidamente y se aleja caminando hacia atrás para comprobar que ha realizado bien su cometido y que, en efecto, me ha despertado definitivamente.

Nunca nadie me ha dado despertares tan tiernos. Nunca.

Ya lejos de mi tierra natal y echando de menos tanta ternura, pienso que daría lo que fuera porque la inocencia de esos niños permaneciera siempre cristalina como ahora.

-‘Reconoce que las cosas en este mundo son complejas y nunca nada es como esperamos’. Carezco de Pepito Grillo. En su lugar, tengo una especie de Parca de la muerte que me explica con todo vicio de detalles lo mal que, muy probablemente, van a ir las cosas.

+’Tiene que haber algo que yo pueda hacer. Que alguien pueda hacer’.
-‘Olvídalo. Mírate a ti. Recuerda que también eras una bolita muy mona de pequeñita. ¿Te acuerdas?’.



Lo cierto es que no me acuerdo muy bien. (¡Maldigo mi mala memoria y maldigo éstas conversaciones con ajedrez incluido! Casi siempre pierdo la partida...)

+Oye....sí sé algo, amiga mía. Sé que las veces en que me he sentido más fuerte han sido aquellas en que alguien me ha cogido de los hombros y me ha dicho sin dudar: Eres valiosa y puedes hacer cosas buenas.
Con esa seguridad total dan ganas de comerse el mundo. Soy de la teoría de que las personas más crueles no han sido bien queridas. La tragedia hoy es que nadie apuesta todas sus cartas por ti. Necesitamos que nos lo digan constantemente, de verdad. Que la gente que nos quiere esté dispuesta a empeñar su casa por sacarnos del pozo si es necesario, a cortarse un brazo (Spoiler: ¿habéis visto Rec 3?), a tirarse de la cubierta de un barco a un mar helado (Titanic sí, ¿no?).

Hace falta recuperar el verdadero espíritu romántico. El de 'todo' y el de 'siempre' y el de 'nada' 'nunca' evitará que te quiera y que te crea por encima de cualquier pero, como diría Nach.


Mira, para variar, alguien sufre un jaque mate y no soy yo.

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